Acuarela

Acuarela

lunes, 8 de julio de 2013

Batalla de las Navas de Tolosa (II), Nacimiento de las Órdenes Militares


Nacimiento de las Órdenes Militares

La tendencia a sacralizar la violencia contra los enemigos es el reflejo de una actitud primaria en el hombre muy presente en las culturas judía, cristiana y árabe. En las guerras santas, los que mueren luchando en defensa de sus creencias, consiguen la salvación eterna.

Este ideal es una de las fuentes que propiciaron la fundación de las Órdenes Militares en el siglo XII, aunque en un principio, tanto la del Temple como la de San Juan surgieron en Tierra Santa hacia 1120 con los objetivos no militares de custodiar el Santo Sepulcro y dar acogida y asistencia hospitalaria a los peregrinos.

La Orden de San Juan junto a la del Temple, a diferencia de Calatrava, Santiago o Alcántara que son de origen hispánico, son las dos Órdenes internacionales que intervinieron en la reconquista y en la posterior repoblación de los territorios españoles.

El surgimiento de las órdenes militares dentro de la Península Ibérica puede interpretarse como una traslación del modelo de las órdenes internacionales surgidas a raíz de las cruzadas en tierra santa, pero su nacimiento como su posterior evolución presentan rasgos diferenciales, porque jugaron un papel fundamental, en la lucha de los reinos cristianos contra los musulmanes, en la repoblación de extensos territorios desde el Tajo al Guadalquivir y se convirtieron en una fuerza política y económica de primera magnitud, teniendo además gran protagonismo en las luchas nobiliarias habidas entre los siglos XIII a XV, cuando finalmente los Reyes Católicos lograron hacerse con su control.
Las Órdenes Militares aumentaron su poder rápidamente, por su naturaleza religiosa y caballeresca y el apoyo de las monarquías y de la iglesia. Alfonso VIII fue un gran impulsor de las Órdenes Militares entregándoles a partir de 1171, territorios en manos de nobles castellanos constituyéndose las primeras encomiendas en Calatrava, Alarcos, Guadalerzas y Malagón.

En 1178 las órdenes de Santiago, San Juan y el Temple, suscriben una carta de hermandad para apoyarse en el combate y mejorar su posición frente a la curia romana. La ausencia de la Orden de Calatrava se explica por el enfrentamiento entre los reinos de León y de Castilla. El litigio sobre los derechos señoriales de Ocaña y Uclés, propician en 1182 el primer acuerdo entre Santiago y Calatrava[1].

La derrota en Alarcos supuso un duro golpe para las Órdenes militares. A la gran cantidad de muertos, hay que sumar también la pérdida de territorios. La Orden de Calatrava perdió incluso su nombre temporalmente por el de Salvatierra.

Después de la victoria en Las Navas fue necesaria su refundación. Las cuatro órdenes (Santiago, Calatrava, San Juan y el Temple), firmaron un pacto de hermandad para mejorar sus relaciones y evitar enfrentamientos en el futuro[2].




Orden de Calatrava


El origen de la Orden de Calatrava se remonta a enero de 1158. Reinando en Castilla Sancho III, confirma desde Almazán, tras el abandono Templario de Calatrava, la donación perpetua de la fortaleza y villa, a Raimundo, Abad del monasterio Cisterciense de Fitero, quien se ofreció, junto con el monje, anteriormente soldado, Diego Velázquez, para su defensa frente a un inminente ataque Almohade. Contaron con la ayuda económica y espiritual del Arzobispo de Toledo, el entusiasmo de los toledanos y de voluntarios, llegando a formar una fuerza superior a los 20.000 soldados.


Su aprobación formal fue el 25 de septiembre de 1164 y poco después empezó a recibir donaciones territoriales y privilegios en un intento por favorecer su implantación en la zona.

En 1187 el Papa Gregorio VIII reconoce por Bula Pontificia territorios a la Orden de Calatrava desde la sierra de Orgaz a Sierra Morena con Alarcos, Ciruela, Piedrabuena, Dueñas, Guadalerzas, Malagón, Calatrava, Benavente, Chillón y Caracuel.


La Orden alcanzó su afianzamiento definitivo tras la Batalla de las Navas de Tolosa cuando construyo y fijó su sede en la nueva y más segura fortaleza de Calatrava la Nueva frente al castillo de Salvatierra.


Orden de Santiago


La Orden de Santiago se fundó en 1170 siendo su primer Maestre Pedro Fernández de Fuente Escalada. Originalmente se llamó Orden Cacerense, pasando a llamarse Orden de Santiago al año siguiente. En 1174 se instaló la Orden de Santiago en Uclés y este mismo año el conde D. Rodrigo Álvarez, caballero santiaguista recibió el castillo de Alhambra, metiéndose de lleno en el frente de la guerra la recién creada Orden.


El 5 de julio de 1175, recibe la bula confirmatoria por el papa Alejandro III. Todos los frailes, clérigos y laicos están sometidos al Maestre.

La orden de Santiago poco a poco fue incorporando territorios a sus dominios por medio de concesiones reales. El monarca Alfonso VIII (1158-1214) concedió a la Orden y a su Maestre, Don Fernando Díaz (1184-1186), “que hiciese guerra en el Campo de Montiel à los moros dándole dicha conquista, por ser el territorio tan vecino a Uclés y tierra de Ocaña “[3]. La orden de Santiago guerreó en la Mancha y fue avanzando hacia el sur arrasando tierras y pueblos llegando hasta Úbeda, Jaén y Andújar en 1187.


Combatieron en Alarcos y en las Navas y tras la muerte de Alfonso VIII en 1214 surgieron problemas internos por la ubicación de su sede resulta finalmente en 1230 a favor de Uclés, en la provincia de Cuenca.


Orden de San Juan


La presencia de la Orden de San Juan en nuestra región se produce también a mediados del S. XII cuando Alfonso VII le entregó Alcázar, confirmada en 1194 por Alfonso VIII.


En 1162 pasaron a la orden de San Juan, Criptana y Villajos. El señorío que adquirió sobre algunas tierras de las actuales provincias de C. Real y Toledo se configura por donaciones y acuerdos con los señoríos vecinos, con la particularidad de que el territorio de San Juan no va a ser compacto sino que a las tierras originarias entre las actuales provincias de Ciudad Real y Toledo hay que añadir Villar del Pozo un enclave dentro del territorio de la Orden de Calatrava.


Anexo 4) Castillo de Alhambra

Situado al sur del pueblo del mismo nombre, el derruido castillo de Alhambra se alza sobre un pelado cerro, de forma troncocónica, a poco más de 800 metros de altura sobre el nivel del mar[4]. Data de la época de los Omeya, sobre una primera construcción árabe.

Poco después de 1085, una vez tomada Toledo, ya hubo batallas en las cercanías de Alhambra. Alfonso VII conquistó el castillo a mediados del siglo XII, y Fernando II lo dio a la Orden de Monte Gaudio, siendo confirmada esta donación por Alejandro III en 1180.

Tras la batalla de Alarcos, en 1195, se perdió frente al empuje bereber, como toda la región manchega y buena parte de la transierra castellana. Pero en 1212 la recuperó Alfonso VIII tras la batalla de las Navas de Tolosa. Debió ocuparse concretamente en 1213, tras la toma de Eznavexore.

Alfonso VIII entregó, el 3 de junio de 1214, esta fortaleza a la Orden Militar de Santiago, posesión confirmada en 1223 por una bula papal. El alfoz de Alhambra se fue reduciendo posteriormente pasando buena parte a poder de la Orden de Calatrava y a la de San Juan. Tras aquella partición y el debilitamiento consiguiente del territorio aforado de Alhambra, perdió importancia estratégica en beneficio de otros entornos y fortalezas, iniciando su progresiva ruina.

La planta de la fortaleza es ovalada, adaptada perfectamente a la cima de relieve, y por ello no precisaba de foso en su derredor, siendo un castillo de los que llaman «montanos». En concreto, son 14 lados que dan forma a un óvalo que mide, según el perímetro de sus murallas, alrededor de 100 metros. Aislado por completo, careció inclusive de recinto externo o barbacana, aunque sí poseía un camino cubierto o protegido en su último tramo por un pequeño muro, que permitía su acceso en condiciones de protección. Este camino de acceso estaba pavimentado con grandes piedras, y es muy posible que ya en su inicio, casi a mitad de la ladera, tuviera una puerta de acceso, protegida por alguna torre o un par de cubos.

A pesar de su actual situación de ruina y abandono, aún se mantiene en pie con todos sus paramentos. Está construido en piedra y en cal y canto revestida de mampostería fina, con hiladas de piedras regulares, estando formado de catorce breves tramos de muralla, de un grosor que casi alcanza los dos metros, apareciendo a trechos ángulos que cortan la línea continua de sus cortinas, aunque en ningún caso aparecen cubos esquineros de refuerzo.

La puerta principal, en razonable estado de conservación y quizás el elemento más bello de la fortaleza de Alhambra, se abre en un recodo de la muralla, como reentrante en su homogéneo recorrido casi circular. Está construida con sillería muy cuidada, y presenta un arco apuntado entre dos fuertes torreones. En el interior no queda ninguna estructura habitacional primitiva, habiendo estado a nivel del suelo bastante por debajo del actual, que se ha formado de derrumbes. Se aprecian todavía desde el exterior las múltiples saeteras que en todos los paredones se abrían, gozando esta arquitectura de Alhambra de una magnífica capacidad defensiva, no solo por lo atalayado de su posición, sino por lo que sus saeteras y adarves dominaban en un plano circunferencial.

Anexo 5) Santuario del Cristo de Villajos, patrono de Campo de Criptana


El Santuario situado a 4 kms., en la parte noroeste de Campo de Criptana procede de lo que fue el templo de la población medieval de Villajos, núcleo habitado ya en épocas prerromanas. Villajos fue cedido en 1162 por Alfonso VIII a la Orden de San Juan para su repoblación y definitivamente desde 1237 pasó a depender de la Orden de Santiago, que en la segunda mitad del siglo XIII fundó El Campo (donde se ubica ahora Campo de Criptana). A este lugar se fueron trasladando a lo largo del siglo XIV los habitantes de núcleos existentes con anterioridad en el territorio que hoy forma su término municipal, es decir, Criptana, Posadas Viejas y Villajos, que quedó por entonces despoblado.


El 25 de marzo de 1982, al realizarse unas obras de albañilería en el santuario, fue hallada empotrada en la pared y a la altura del coro, una talla de madera con las características del arte románico y que puede datar de finales del siglo XII, comienzos del XIII, existiendo grandes posibilidades de que fuera la Imagen titular de la ermita del pueblo de Villajos


[1] RUIZ GÓMEZ, Francisco, op. Cit., p. 180 y 181.

[2] RUIZ GÓMEZ, Francisco, op. Cit., p. 265.

[3] ALMACHA JIMÉNEZ, Pedro, “El castillo del Tocón” Conferencia en Membrilla, septiembre de 2007

[4] HERRERA CASADO, Antonio, “Castillos y fortalezas de Castilla-La Mancha”, Servicio de Publicaciones JCCM, 1989.

No hay comentarios:

Publicar un comentario